La asombrosa capacidad
del cerebro
Se ha descubierto también que, entre otras
características, los hologramas poseen una gran capacidad para almacenar información.
Cambiando simplemente el ángulo en el que los dos rayos láser inciden en una
película fotográfica es posible grabar muchas imágenes diferentes en la misma
superficie. Según se ha demostrado, un centímetro cuadrado de película puede
contener hasta 10 gigabits de información.
Nuestra asombrosa capacidad para recuperar del enorme almacén
de recuerdos cualquier información se puede comprender más fácilmente si se
asume que el cerebro funciona de acuerdo a los principios holográficos. Si nos
preguntaran qué acude a nuestra mente cuando se pronuncia la palabra “cebra”,
no necesitamos empezar a ordenar un archivo gigantesco para obtener la
respuesta, sino que simplemente, aparecen de forma instantánea en nuestra mente
asociaciones tales como “rayado”, “semejante a un caballo” o “animal originario
de África”. En efecto, una de las características más asombrosas del proceso
del pensamiento humano es que cada una de las piezas de información es
relacionada instantáneamente con todas las restantes (otra de las
características intrínsecas del holograma. Dado que cada porción de un
holograma está infinitamente interconectada con las restantes, el holograma es
quizá el ejemplo supremo de sistema interrelacionado.
El almacenamiento de la memoria no es el único
rompecabezas neurofisiológico que resulta más comprensible a la luz del modelo
holográfico del cerebro. También lo es el modo en que éste es capaz de traducir
la avalancha de frecuencias (de luz, de sonido y otros tipos de señales) que
recibe como percepciones a través de los sentidos.
Pribram cree que el cerebro utiliza también los
principios holográficos para convertir matemáticamente en el mundo interior de
las percepciones las frecuencias que recibe mediante los sentidos.
Como la gran cantidad de evidencias al respecto sugiere que
el cerebro emplea los principios holográficos para sus operaciones, la teoría
de Pribram ha ido ganando creciente apoyo entre los neurofisiólogos. La creencia
de Pribram de que nuestro cerebro construye una imagen de la realidad basándose
en un dominio de frecuencias se ha visto convalidada por un importante número
de pruebas experimentales. Se ha descubierto así que cada uno de nuestros
sentidos es sensible a una gama de frecuencias mucho mayor de lo que podía
sospecharse.
Por ejemplo, las investigaciones han permitido descubrir que
el sistema visual es sensible a frecuencias de sonido, que el sentido del
olfato depende, en parte, de las llamadas “frecuencias ósmicas” y que incluso
las células de nuestro cuerpo son sensibles a una amplia gama de frecuencias.
Tales hallazgos sugieren que esas frecuencias se organizan
y transforman en percepciones convencionales únicamente en el dominio holográfico
de la conciencia.
La ilusión o “maya”
Pero el aspecto más sorprendente del modelo del cerebro de
Pribram se presenta si se lo une a la teoría de Bohm. Si el aspecto concreto
del mundo es una realidad secundaria y lo que realmente “hay ahí” es un montón
de frecuencias, y si el cerebro sólo selecciona de entre el montón algunas de
esas frecuencias y las transforma matemáticamente en percepciones sensoriales
¿en qué se convierte la realidad objetiva? Sencillamente deja de existir.
Tal como sostienen las religiones orientales, el mundo material
es “maya”, una ilusión, y el que pensemos que somos seres físicos que nos
movemos en un mundo físico, constituye también una ilusión. Realmente somos receptores
que flotamos en un mar de frecuencias y lo que extraemos de ese mar de frecuencias
y convertimos en la realidad física es simplemente un canal de entre los muchos
de este superholograma.
Esta nueva y sorprendente visión de la realidad, síntesis
de las visiones de Bohm y Pribram, se conoce como “paradigma holográfico” y,
aunque muchos científicos la hayan recibido con escepticismo, ha sorprendido a
otros.
Un pequeño pero creciente grupo de investigadores cree que
“el paradigma holográfico” podría ser el modelo más preciso de la realidad que
la ciencia haya llegado a alumbrar hasta ahora. Algunos creen, sobre todo, que
puede ayudar a resolver ciertos misterios que nunca han sido ex-plicados por la
ciencia y establecer incluso lo paranormal como una parte de la naturaleza.
El paradigma holográfico
en psicología
Mientras investigaba en los años cincuenta sobre la
utilización del LSD como sustancia psicoterapeútica, Grof atendió a una paciente
que repentinamente adoptó la convicción de que había asumido la identidad de
una hembra de una especie de reptiles perteneciente a la época prehistórica.
Durante su alucinación la paciente no sólo hizo una
descripción muy detallada de lo que sentía al hallarse bajo esa forma sino que
indicó que los machos de dicha especie tenían coloreada una parte de la cabeza
de una manera determinada.
Lo que sorprendió a Grof fue que, si bien la mujer no tenía
conocimientos en tales materias, un zoólogo le confirmara que en ciertos
reptiles el coloreado de ciertas áreas de la cabeza tiene un papel muy
importante entre las señales sexuales.
La experiencia de aquella mujer no fue la única. Durante su
investigación, Grof encontró ejemplos de pacientes que se identificaron con
todas las especies del árbol de la evolución prácticamente. Además, descubrió
que tales experiencias frecuentemente sacaban a la luz detalles zoológicos que
resultaban ser precisos.
Las regresiones al reino animal no fueron los únicos
fenómenos que encontró Grof. Tuvo también pacientes que parecían entrar en una
especie de inconsciente colectivo.
Individuos sin o con poca formación de repente daban
descripciones detalladas de prácticas funerarias zoroástricas o escenas de la mitología
hindú. En otros tipos de experiencias, los individuos relataban experiencias de
viajes fuera del cuerpo, muestras de visiones del futuro o regresiones a aparentes
encarnaciones de vidas pasadas.
En una investigación posterior, Grof advirtió que el
mismo tipo de fenómenos aparecía en las sesiones de terapia que no incluían el
uso de drogas. Dado que el elemento común a dichas experiencias parecía ser la
trascendencia de la consciencia del individuo más allá de los fronteras normales
del ego y de las limitaciones del espacio y el tiempo, Grof dio en llamar a
dichas manifestaciones “experiencias transpersonales” y en los últimos años
sesenta colaboró en la creación de una rama de la psicología conocida hoy como
“psicología transpersonal”.
Tal como Grof señalara recientemente, si la mente es
parte de un laberinto que está conectado no sólo a cada una de las otras mentes
que existen o han existido sino a cada átomo, organismo y región en el espacio
y en el tiempo, el hecho de poder realizar incursiones en el laberinto y tener experiencias
trasnspersonales no parece ya tan extraño.
El paradigma holográfico tiene también algunas
implicaciones en las llamadas ciencias “duras”, como la biología. Keith Floyd,
psicólogo del “Virginia Intermont College”, ha señalado que si la concreción de
la realidad es una ilusión holográfi ca no sería correcto afirmar que el
cerebro produce la consciencia. Al contrario, sería la consciencia la que
crearía la apariencia del cerebro, así como del cuerpo y todo lo que nos rodea
y que interpretamos como físico.
Que el paradigma holográfico de Bohm y Pribram sea aceptado
o no por la ciencia está aún por verse, pero ha influido ya en el pensamiento
de muchos científicos.
Incluso aunque se demostrara que el paradigma holográfico
no explica la comunicación instantánea entre partículas subatómicas, al menos,
como señala Basil Hiley, físico del “Birbeck College” de Londres, estos
hallazgos nos indican que debemos estar preparados para considerar una visión
de la realidad totalmente nueva.