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martes, 3 de octubre de 2017

Personaje del mes: Socrates

Filósofo ateniense (470 a.C.) Hijo del escultor Sofronisco y de Fenareta, (una comadrona). Recibió una educación tradicional en literatura, música y gimnasia. Más tarde se familiarizó con la retórica y la dialéctica de los sofistas, las especulaciones de los filósofos jónicos y la cultura general de la Atenas de Pericles. En un principio decidió seguir la profesión de su padre, llegando a realizar el conjunto escultórico de las tres Gracias que permaneció en la entrada de la Acrópolis ateniense hasta el siglo II a.C. Durante la guerra del Peloponeso sirvió, con gran valor, a su patria como soldado de infantería en las batallas de Potidea, Delio y Anfípolis.

Desde muy joven llamó la atención de los que le rodeaban tanto por la agudeza de sus razonamientos y su facilidad de palabra como por la fina ironía con la que solía matizar sus pláticas con los jóvenes ciudadanos aristocráticos de Atenas.

Según los testimonios de su época, Sócrates -esposo de Jantipa, mujer de reconocido mal genio, y padre de tres hijos- era poco agraciado y de escasa estatura, lo que no le impedía actuar con gran audacia y dominio de sí mismo.



Apreciaba mucho la vida y alcanzó gran popularidad en la sociedad ateniense de su tiempo tanto por su viva inteligencia como por su agudo sentido del humor, desprovisto de cualquier traza sátira o cinismo. A diferencia de los sofistas, Sócrates no cobraba por sus clases.

Su inconformismo le llevó a oponerse tanto a la ignorancia popular como al conocimiento de aquellos que se decían sabios. Nunca se consideró sabio, aún cuando al consultar al oráculo de Delfos éste le respondiera “Sócrates es el más sabio de los mortales”. Mientras aquellos tenidos por sabios creían que lo sabían todo, Sócrates sostenía que él tan sólo sabía que no sabía nada.

Sócrates creía en la superioridad de la transmisión oral sobre la escritura y, en virtud de esta convicción, pasó la mayor parte de su vida en los mercados y plazas públicas de Atenas, iniciando diálogos y discusiones con todo aquel que quisiera escucharle.

La mayéutica como método de aprendizaje 

Convencido de que la verdad está en el interior de cada hombre, Sócrates se propuso ayudar a que sus interlocutores pudiesen “dar a luz” esa verdad; por esta razón solía decir que su oficio se parecía al de su madre: mientras ésta ayudaba a las mujeres a parir hijos, él ayudaba a los hombres a parir verdades. Para ello se valía de la ironía, método mediante el cual hacía tomar conciencia a su interlocutor de que en verdad no sabía tanto como creía.

Una vez que el sujeto reconocía su ignorancia, mediante preguntas Sócrates le guiaba hacia la verdad. La ironía y el diálogo constituían así los dos componentes principales de su método, denominado “mayéutica”.

En contraposición a los sofistas, Sócrates sostenía que, además de opiniones, el hombre es capaz de expresar conceptos.

Según su enseñanza, los “conceptos universales” no son de un modo para unos y de otro modo para otros, ni dependen del estado de ánimo de quien los conoce; su contenido es siempre igual, no son inventados sino que se encuentran en la realidad y se obtienen a través de la experiencia.

Conócete a ti mismo

En el campo de la Ética Sócrates se oponía al hedonismo que propugnaban los sofistas. Su Ética distingue entre el placer bueno y el placer malo y sostiene que aquel que sabe, el que entiende, obra bien pues «Nadie peca voluntariamente.

Se le considera el fundador de la filosofía antropológica, cuyo origen está en la máxima “conócete a ti mismo”. Siendo consciente de la propia ignorancia, mediante el método inductivo, a través del diálogo, Sócrates intentaba alcanzar la Verdad Universal, admitida por todos.

La filosofía de Sócrates indaga sobre la naturaleza de la virtud y afirma que el conocimiento y la virtud están tan estrechamente relacionados que ningún ser humano que posea conocimiento puede elegir el mal. Por tanto, para Sócrates la conducta incorrecta es antes producto de la ignorancia que de la debilidad de la voluntad. De modo que el ser humano puede alcanzar la Virtud a través de sus actos y la Virtud permite obtener la felicidad.

Sócrates se mostró siempre obediente a las leyes de Atenas, aunque evitó la política, refrenado por lo que él llamaba una advertencia divina. Creía que había recibido una llamada para ejercer la filosofía y que podría servir mejor a su patria dedicándose a la enseñanza, persuadiendo a los ciudadanos atenienses para que hicieran examen de conciencia y se ocuparan de su alma.

A pesar del primordial lugar que ocupa en la historia de las ideas, Sócrates no escribió libro alguno ni fundó tampoco una escuela regular de filosofía ya que consideraba que el conocimiento es algo viviente. La mayor parte de cuanto se sabe sobre él procede del testimonio de tres de sus contemporáneos: el historiador Jenofonte, el comediógrafo Aristófanes y el filósofo Platón. El primero retrató a Sócrates como un sabio empeñado en la idea de identificar el conocimiento y la virtud, aunque dotado de una personalidad en la que no faltaban ciertos rasgos un tanto vulgares.

Aristófanes lo hizo objeto de sus sátiras en su comedia Las nubes (423), en la que lo identifica con los sofistas y lo caricaturiza como un engañador artista del discurso.

Ambos testimonios matizan la imagen de Sócrates que - aun cuando se estima que posiblemente sea la más justa, en ocasiones no deja de ser excesivamente idealizada- Platón presenta en sus Diálogos, en los cuales Sócrates aparece siempre como figura principal.

En sus célebres diálogos Platón describe a Sócrates ocultándose tras una irónica profesión de ignorancia (la ironía socrática) y como dueño de una agudeza mental y de un ingenio que le concedían su gran facilidad para el debate.

Aspectos relativos a la espiritualidad

Sócrates sostiene que el alma es algo separado del cuerpo, que existe antes del nacimiento y que sigue existiendo tras la muerte. Influido por el pitagorismo, sostiene que mientras permanece ligada al cuerpo físico durante la vida el alma necesita purificarse y liberarse de “las ataduras del cuerpo”. Tras la muerte, el hombre bueno puede disfrutar de la reunificación, o al menos, de la comunión con aquellas formas de existencia incorpórea, más elevadas, llamadas comúnmente “lo divino”.

Su filosofía considera que la Felicidad no consiste en satisfacer los deseos sino en desprenderse de ellos. Sócrates se sentía moralmente obligado a perseguir la virtud. Para él la bondad no sólo es cuestión de manera de obrar sino también un proyecto intelectual.

Condena a muerte

La amistad de Sócrates con Alcibíades, uno de los Treinta Tiranos de Grecia, le valió la enemistad de muchos y, a sus 70 años, cuando los Treinta Tiranos abandonan el gobierno, es acusado de corromper a la juventud introduciendo nuevos dioses y es llevado a juicio en 399 a.C. 

La restauración de la democracia en Atenas influyó, evidentemente, en la situación de Sócrates dado que era pública opinión que los intelectuales debilitaban a la sociedad aniquilando los valores y los puntos de vista tradicionales. El diálogo que Platón desarrolla en su Apología es más una defensa del estilo de vida de Sócrates que una negación de los cargos oficiales que se le imputaban.

Condenado así a muerte, Sócrates pasó sus últimos días en la celda recibiendo a sus discípulos y conversando con ellos sobre filosofía (tal como relata Platón en sus diálogos Critón y Fedón). Habiéndose negado a huir, llegado el día, Sócrates bebió la cicuta que le alcanzó el verdugo y murió apaciblemente.


Tras su muerte surgen las escuelas socráticas, la Academia Platónica, las escuelas menores, dos de moral y dos de dialéctica, que compartían la búsqueda de la virtud a través del conocimiento de lo bueno. La obra de Sócrates representa un decisivo punto de inflexión en la trayectoria intelectual del mundo griego y de todo el pensamiento europeo.

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