Desde el nacimiento de
la civilización, la Gran Diosa o Madre Primordial ha sido adorada en todos los
continentes. Se encontraron vestigios de primeras culturas dentro de una vasta
región que iba desde España, Italia, Grecia y los Balcanes hasta el Próximo
Oriente y Egipto. Y estas primeras civilizaciones se centraron en la adoración a
la Diosa desde el Paleolítico (40.000 aC) y el Neolítico (10.000-3.500 aC). A
partir de la Edad de Bronce (3.500-1.250 aC) aparece situada al lado del Dios
masculino, el cual en algunos lugares es Su hijo y en otros, el compañero divino
de la Diosa.
La Diosa Madre de la
Edad del Paleolítico y el Neolítico era una representación del Universo. Se
consideraba que el Universo era orgánico, vivo y sagrado. La Tierra, la
humanidad y todos los seres vivientes sobre Ella eran vistos como Sus niños.
Como la Gran Madre, Ella vivía sobre la totalidad de la creación como Diosa y
fuente de vida, muerte y nacimiento.
Figuras de la Gran
Diosa fueron modeladas en barro o talladas sobre piedra y, desde una muy
reciente etapa, se asociaron con ciertos atributos y símbolos, uno de los cuales
es la luna. La imagen de la luna creciente y menguante, y el misterio que la
rodeaba se relacionó con el ciclo femenino de la menstruación, así como con el
ciclo de las cuatro estaciones. También se consideró a la Diosa como la Madre
de la vida, la muerte y el renacimiento.
En consecuencia, la
luna siempre ha sido uno de los atributos de la Diosa. Incluso muchos miles de
años después todavía se la relaciona con el principio femenino del Divino.
Durante muchos siglos a la Madre María se la representó de pie o sentada sobre
una luna creciente, (y mostramos como uno de los muchos ejemplos el bonito grabado
de Alberto Durero).
Muchas imágenes y mitos
asociaron la Diosa con el jardín, el árbol de la vida y las aguas de la vida.
La correspondencia entre los símbolos del árbol de la vida, la serpiente y la
Diosa se pueden encontrar en mitologías, así como en imágenes de muchos lugares
tan distantes entre sí como Siberia, Libia, India, Oriente Próximo, Egipto, Creta,
Grecia y Sumeria. La Diosa tenía su morada en el jardín; era representada con
el árbol y la serpiente mucho antes que la historia del Génesis y el Antiguo
Testamento fuera escrita. Como estas representaciones están tan extendidas, uno
puede considerarlas como un arquetipo profundamente arraigado en la
subconsciencia colectiva.
Anne Baring y Jules Cashford
dan una bella explicación del significado de estas imágenes en su poderoso y
rompedor estudio “El Mito de la Diosa”. “El árbol de la vida fue una de las
primeras imágenes de la misma Diosa, en cuya atrayente presencia todas las
parejas de contrarios se reconcilian. Creciendo sobre la superficie de la
tierra, con sus raíces hacia abajo y sus ramas hacia arriba, el árbol era el gran
pilar que unía la tierra con el cielo y con el infierno, a través del cual las
energías del cosmos se derramaban continuamente sobre la creación terrenal. El
espíritu de vida que se movía en su interior era la serpiente, también
guardiana de la fruta o tesoro del árbol, que era la epifanía de la Diosa, la experiencia
de unidad”.
El jardín extiende una
imagen de totalidad. El jardín, en contraposición a la naturaleza salvaje e
indomada, representa estructura y orden; en el jardín, las fuerzas caóticas de
la naturaleza están controladas. El jardín del Edén representa el mundo en su
perfección que se extiende en seis direcciones: adelante y atrás, a la derecha
y a la izquierda, así como arriba y abajo. El árbol en medio del jardín
representa el eje vertical y el centro de la creación, los ejes del mundo. Los
cuatro ríos representan los cuatro puntos cardinales: norte, sur, este y oeste.
El eje central, aquí con la forma de un árbol, y en otros mitos marcado por una
montaña o un palo, representa la tercera dimensión en el espacio y conecta los
tres mundos: Cielo, Tierra e Infierno. Conecta el microcosmos y el macrocosmos,
representa el ascenso al Divino y, como tal, representa la columna vertebral y
el centro dentro de cada ser humano (como
representa la siguiente ilustración).
El árbol, en ocasiones conocido
como Árbol de la Vida, en otras como Árbol del Conocimiento, toma su energía de
una fuente misteriosa, las aguas de la vida, algunas veces representadas como
una fuente o un río, y otras se muestra como surgiendo de una vasija. La Diosa
está íntimamente relacionada con el Árbol, y de nuevo los mitos paganos
sobrevivieron parcialmente, incluso en la Cristiandad: “Algunas leyendas del
Este de Europa sitúan a la Virgen María al pie de un árbol, desde donde guía
los destinos, y da de beber a las almas del pozo de la vida que hay debajo del
árbol”.
Se pueden encontrar
representaciones similares del Árbol de la Vida en mitologías de culturas tan
diversas como la germánica, la celta, la amerindia, la china y la india. Esta descripción
proveniente de la región de los Himalayas sirve como ejemplo de los mitos que
rodean al árbol: “En términos geográficos, el mundo creado es visto como un
loto de cuatro pétalos (chaturdvipa): en su centro se levanta la vasija de
semillas y a su alrededor, como pétalos, se encuentran los cuatro continentes. Como
describe el Vishnu Purana: en la cima de Meru se alza la gigantesca ciudad de
Brahma. Aquí el río Ganges cae y se divide en cuatro ríos inmensos (...) Entre
los nómadas asiáticos, el cielo se veía como una tienda, como la sábana que se
extendía y cubría una superficie de la tierra. Se erigía una vara central para
sostener la tienda, y se hacían ofrendas a aquello que trepaba sobre sus
listones o a aquello que ascendía en forma de humo, cuando una ofrenda se
quemaba. Esta ascensión hacia lo sagrado, representado por la vara, el palo, el
árbol y la montaña, fue expresada de distinta manera en las sociedades
cazadoras y agrícolas (el árbol creando una metáfora ideal). (…) El árbol
enraizado en la Madre Tierra crece muy alto, extendiendo sus ramas, floreciendo,
exhalando fragancia, dando frutos y proliferando. Muestra de su vigor era la exuberancia
de las plantas en la región tropical. La vida surgía de nuevo del fruto cuando
éste caía sobre la tierra, lo cual se añadió a la ancestral sabiduría del
hombre sobre la vida apartándose de la muerte”.
De este modo, en India
la montaña y el árbol simbolizan el camino para la ascensión a través de los
tres mundos. A escala macroscópica representa el Árbol del Mundo; a nivel
microscópico representa la columna vertebral del cuerpo humano, como ha
sugerido E.A.S. Butterworth. La serpiente enroscada
sobre el árbol es la Kundalini, el poder de la Diosa (Devi), la cual asciende a
través del Yoga. El Yoga es la técnica de trascender la “maya” o ilusión y las
leyes de la causalidad para obtener la liberación y la unión con el Divino.
En las escrituras
mitológicas ancestrales, el jardín y el árbol dan lugar a una imagen de armonía
y equilibrio de energía y poder. Representa tanto un equilibrio ecológico como
espiritual. La Diosa fue adorada como la creadora y benefactora de la naturaleza.
Al mismo tiempo Ella era vista como la naturaleza misma, siendo la Tierra Su
cuerpo, y cada parte de Su cuerpo fue considerado sagrado. También fue honrada
como la dadora de sabiduría, liberación y vida eterna.