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lunes, 13 de noviembre de 2017

El simbolismo de la Diosa (1)

Desde el nacimiento de la civilización, la Gran Diosa o Madre Primordial ha sido adorada en todos los continentes. Se encontraron vestigios de primeras culturas dentro de una vasta región que iba desde España, Italia, Grecia y los Balcanes hasta el Próximo Oriente y Egipto. Y estas primeras civilizaciones se centraron en la adoración a la Diosa desde el Paleolítico (40.000 aC) y el Neolítico (10.000-3.500 aC). A partir de la Edad de Bronce (3.500-1.250 aC) aparece situada al lado del Dios masculino, el cual en algunos lugares es Su hijo y en otros, el compañero divino de la Diosa.

La Diosa Madre de la Edad del Paleolítico y el Neolítico era una representación del Universo. Se consideraba que el Universo era orgánico, vivo y sagrado. La Tierra, la humanidad y todos los seres vivientes sobre Ella eran vistos como Sus niños. Como la Gran Madre, Ella vivía sobre la totalidad de la creación como Diosa y fuente de vida, muerte y nacimiento.

Figuras de la Gran Diosa fueron modeladas en barro o talladas sobre piedra y, desde una muy reciente etapa, se asociaron con ciertos atributos y símbolos, uno de los cuales es la luna. La imagen de la luna creciente y menguante, y el misterio que la rodeaba se relacionó con el ciclo femenino de la menstruación, así como con el ciclo de las cuatro estaciones. También se consideró a la Diosa como la Madre de la vida, la muerte y el renacimiento.

Muchos mitos ancestrales describen la muerte de Su hijo o hija como un viaje a través del infierno y un consecuente renacimiento, al igual que la luna desaparece durante tres días para entonces aparecer de nuevo misteriosamente.

En consecuencia, la luna siempre ha sido uno de los atributos de la Diosa. Incluso muchos miles de años después todavía se la relaciona con el principio femenino del Divino. Durante muchos siglos a la Madre María se la representó de pie o sentada sobre una luna creciente, (y mostramos como uno de los muchos ejemplos el bonito grabado de Alberto Durero).


Muchas imágenes y mitos asociaron la Diosa con el jardín, el árbol de la vida y las aguas de la vida. La correspondencia entre los símbolos del árbol de la vida, la serpiente y la Diosa se pueden encontrar en mitologías, así como en imágenes de muchos lugares tan distantes entre sí como Siberia, Libia, India, Oriente Próximo, Egipto, Creta, Grecia y Sumeria. La Diosa tenía su morada en el jardín; era representada con el árbol y la serpiente mucho antes que la historia del Génesis y el Antiguo Testamento fuera escrita. Como estas representaciones están tan extendidas, uno puede considerarlas como un arquetipo profundamente arraigado en la subconsciencia colectiva.

Anne Baring y Jules Cashford dan una bella explicación del significado de estas imágenes en su poderoso y rompedor estudio “El Mito de la Diosa”. “El árbol de la vida fue una de las primeras imágenes de la misma Diosa, en cuya atrayente presencia todas las parejas de contrarios se reconcilian. Creciendo sobre la superficie de la tierra, con sus raíces hacia abajo y sus ramas hacia arriba, el árbol era el gran pilar que unía la tierra con el cielo y con el infierno, a través del cual las energías del cosmos se derramaban continuamente sobre la creación terrenal. El espíritu de vida que se movía en su interior era la serpiente, también guardiana de la fruta o tesoro del árbol, que era la epifanía de la Diosa, la experiencia de unidad”.

El jardín extiende una imagen de totalidad. El jardín, en contraposición a la naturaleza salvaje e indomada, representa estructura y orden; en el jardín, las fuerzas caóticas de la naturaleza están controladas. El jardín del Edén representa el mundo en su perfección que se extiende en seis direcciones: adelante y atrás, a la derecha y a la izquierda, así como arriba y abajo. El árbol en medio del jardín representa el eje vertical y el centro de la creación, los ejes del mundo. Los cuatro ríos representan los cuatro puntos cardinales: norte, sur, este y oeste. El eje central, aquí con la forma de un árbol, y en otros mitos marcado por una montaña o un palo, representa la tercera dimensión en el espacio y conecta los tres mundos: Cielo, Tierra e Infierno. Conecta el microcosmos y el macrocosmos, representa el ascenso al Divino y, como tal, representa la columna vertebral y el centro dentro de cada ser humano (como representa la siguiente ilustración).



El árbol, en ocasiones conocido como Árbol de la Vida, en otras como Árbol del Conocimiento, toma su energía de una fuente misteriosa, las aguas de la vida, algunas veces representadas como una fuente o un río, y otras se muestra como surgiendo de una vasija. La Diosa está íntimamente relacionada con el Árbol, y de nuevo los mitos paganos sobrevivieron parcialmente, incluso en la Cristiandad: “Algunas leyendas del Este de Europa sitúan a la Virgen María al pie de un árbol, desde donde guía los destinos, y da de beber a las almas del pozo de la vida que hay debajo del árbol”.

Se pueden encontrar representaciones similares del Árbol de la Vida en mitologías de culturas tan diversas como la germánica, la celta, la amerindia, la china y la india. Esta descripción proveniente de la región de los Himalayas sirve como ejemplo de los mitos que rodean al árbol: “En términos geográficos, el mundo creado es visto como un loto de cuatro pétalos (chaturdvipa): en su centro se levanta la vasija de semillas y a su alrededor, como pétalos, se encuentran los cuatro continentes. Como describe el Vishnu Purana: en la cima de Meru se alza la gigantesca ciudad de Brahma. Aquí el río Ganges cae y se divide en cuatro ríos inmensos (...) Entre los nómadas asiáticos, el cielo se veía como una tienda, como la sábana que se extendía y cubría una superficie de la tierra. Se erigía una vara central para sostener la tienda, y se hacían ofrendas a aquello que trepaba sobre sus listones o a aquello que ascendía en forma de humo, cuando una ofrenda se quemaba. Esta ascensión hacia lo sagrado, representado por la vara, el palo, el árbol y la montaña, fue expresada de distinta manera en las sociedades cazadoras y agrícolas (el árbol creando una metáfora ideal). (…) El árbol enraizado en la Madre Tierra crece muy alto, extendiendo sus ramas, floreciendo, exhalando fragancia, dando frutos y proliferando. Muestra de su vigor era la exuberancia de las plantas en la región tropical. La vida surgía de nuevo del fruto cuando éste caía sobre la tierra, lo cual se añadió a la ancestral sabiduría del hombre sobre la vida apartándose de la muerte”.



De este modo, en India la montaña y el árbol simbolizan el camino para la ascensión a través de los tres mundos. A escala macroscópica representa el Árbol del Mundo; a nivel microscópico representa la columna vertebral del cuerpo humano, como ha sugerido E.A.S. Butterworth. La serpiente enroscada sobre el árbol es la Kundalini, el poder de la Diosa (Devi), la cual asciende a través del Yoga. El Yoga es la técnica de trascender la “maya” o ilusión y las leyes de la causalidad para obtener la liberación y la unión con el Divino.

En las escrituras mitológicas ancestrales, el jardín y el árbol dan lugar a una imagen de armonía y equilibrio de energía y poder. Representa tanto un equilibrio ecológico como espiritual. La Diosa fue adorada como la creadora y benefactora de la naturaleza. Al mismo tiempo Ella era vista como la naturaleza misma, siendo la Tierra Su cuerpo, y cada parte de Su cuerpo fue considerado sagrado. También fue honrada como la dadora de sabiduría, liberación y vida eterna.

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