Albert
Einstein nació en la ciudad bávara de Ulm el 14 de marzo de 1879. Fue el hijo
primogénito de Hermann Einstein y de Pauline Koch, judíos ambos, cuyas familias
procedían de Suabia. Al siguiente año se trasladaron a Munich, en donde el
padre se estableció, junto con su hermano Jakob, como comerciante en las
novedades electrotécnicas de la época.
El
pequeño Albert fue un niño quieto y ensimismado, y tuvo un desarrollo
intelectual lento. El propio Einstein atribuyó a esa lentitud el hecho de haber
sido la única persona que elaborase una teoría como la de la relatividad: «un
adulto normal no se inquieta por los problemas que plantean el espacio y el
tiempo, pues considera que todo lo que hay que saber al respecto lo conoce ya
desde su primera infancia. Yo, por el contrario, he tenido un desarrollo tan
lento que no he empezado a plantearme preguntas sobre el espacio y el tiempo
hasta que he sido mayor».
En
1894, las dificultades económicas hicieron que la familia (aumentada desde 1881
con el nacimiento de una hija, Maya) se trasladara a Milán; Einstein permaneció
en Munich para terminar sus estudios secundarios, reuniéndose con sus padres al
año siguiente. En el otoño de 1896 inició sus estudios superiores en la
Eidgenossische Technische Hochschule de Zúrich, en donde fue alumno del
matemático Hermann Minkowski, quien posteriormente generalizó el formalismo
cuatridimensional introducido por las teorías de su antiguo alumno.
LA RELATIVIDAD
Durante
1905, publicó cinco trabajos en los Annalen der Physik: el primero de ellos le
valió el grado de doctor por la Universidad de Zúrich, y los cuatro restantes
acabarían por imponer un cambio radical en la imagen que la ciencia ofrece del
universo. De estos cuatro, el primero proporcionaba una explicación teórica en
términos estadísticos del movimiento browniano (así llamado en honor a su
descubridor, Robert Brown), y el segundo daba una interpretación del efecto
fotoeléctrico basada en la hipótesis de que la luz está integrada por cuantos
individuales, más tarde denominados fotones. Los dos trabajos restantes
sentaban las bases de la teoría restringida de la relatividad, estableciendo la
equivalencia entre la energía E de una cierta cantidad de materia y su masa m
en términos de la famosa ecuación E = mc², donde c es la velocidad de la luz,
que se supone constante.
El
esfuerzo de Einstein lo situó inmediatamente entre los más eminentes de los
físicos europeos, pero el reconocimiento público del verdadero alcance de sus
teorías tardó en llegar; el Premio Nobel de Física, que recibió en 1921, le fue
concedido exclusivamente «por sus trabajos sobre el movimiento browniano y su
interpretación del efecto fotoeléctrico». En 1909 inició su carrera de docente
universitario en Zúrich, pasando luego a Praga y regresando de nuevo a Zúrich
en 1912 para ser profesor del Politécnico, en donde había realizado sus
estudios.
En
1914 pasó a Berlín como miembro de la Academia de Ciencias prusiana. El
estallido de la Primera Guerra Mundial le forzó a separarse de su familia (por
entonces de vacaciones en Suiza), que ya no volvió a reunirse con él. Contra el
sentir generalizado de la comunidad académica berlinesa, Einstein se manifestó
por entonces abiertamente antibelicista, influido en sus actitudes por las
doctrinas pacifistas de Romain Rolland.
En
el plano científico, su actividad se centró, entre 1914 y 1916, en el
perfeccionamiento de la teoría general de la relatividad, basada en el
postulado de que la gravedad no es una fuerza sino un campo creado por la
presencia de una masa en el continuum espacio-tiempo. La confirmación de sus
previsiones llegó en 1919, al fotografiarse el eclipse solar del 29 de mayo;
The Times lo presentó como el nuevo Newton y su fama internacional creció,
forzándole a multiplicar sus conferencias de divulgación por todo el mundo y
popularizando su imagen de viajero de la tercera clase de ferrocarril, con un
estuche de violín bajo el brazo.
HACIA UNA TEORÍA
UNIFICADORA
Durante
la siguiente década, Einstein concentró sus esfuerzos en hallar una relación
matemática entre el electromagnetismo y la atracción gravitatoria, empeñado en
avanzar hacia el que, para él, debía ser el objetivo último de la física:
descubrir las leyes comunes que, supuestamente, habían de regir el
comportamiento de todos los objetos del universo, desde las partículas
subatómicas hasta los cuerpos estelares, y agruparlas en una única teoría
"de campo unificado". Tal investigación, que ocupó el resto de su
vida, resultó infructuosa y acabó por acarrearle el extrañamiento respecto del
resto de la comunidad científica. A partir de 1933, con el acceso de Hitler al
poder, su soledad se vio agravada por la necesidad de renunciar a la ciudadanía
alemana y trasladarse a Estados Unidos; Einstein pasó los últimos veinticinco
años de su vida en el Instituto de Estudios Superiores de Princeton (Nueva
Jersey), ciudad en la que murió el 18 de abril de 1955.
Einstein
dijo una vez que la política poseía un valor pasajero, mientras que una
ecuación valía para toda la eternidad. En los últimos años de su vida, la
amargura por no hallar la fórmula que revelase el secreto de la unidad del
mundo hubo de acentuarse por la necesidad que sintió de intervenir
dramáticamente en la esfera de lo político. En 1939, a instancias de los
físicos Leo Szilard y Eugene Paul Wigner, y convencido de la posibilidad de que
los alemanes estuvieran en condiciones de fabricar una bomba atómica, se
dirigió al presidente Roosevelt instándole a emprender un programa de
investigación sobre la energía atómica.
Después
de que las explosiones de Hiroshima y Nagasaki pusieran fin a la Segunda Guerra
Mundial, Einstein se unió a los científicos que buscaban la manera de impedir
el uso futuro de la bomba y propuso la formación de un gobierno mundial a
partir del embrión constituido por las Naciones Unidas. Pero sus propuestas en
pro de que la humanidad evitara las amenazas de destrucción individual y
colectiva, formuladas en nombre de una singular amalgama de ciencia, religión y
socialismo, recibieron de los políticos un rechazo comparable a las críticas
respetuosas que suscitaron entre los científicos sus sucesivas versiones de la
idea de un campo unificado.
Albert
Einstein sigue siendo una figura mítica de nuestro tiempo; más, incluso, de lo
que llegó a serlo en vida, si se tiene en cuenta que aquella fotografía suya en
que exhibe un insólito gesto de burla (sacando la lengua en una cómica e
irreverente expresión) se ha visto elevada a la dignidad de icono doméstico
después de ser convertida en un póster tan habitual como los de los ídolos de
la canción y los astros de Hollywood. Sin embargo, no son su genio científico
ni su talla humana los que mejor lo explican como mito, sino, quizás, el cúmulo
de paradojas que encierra su propia biografía, acentuadas con la perspectiva
histórica. Al Einstein campeón del pacifismo se le recuerda aún como al «padre
de la bomba»; y todavía es corriente que se atribuya la demostración del
principio de que «todo es relativo» precisamente a él, que luchó
encarnizadamente contra la posibilidad de que conocer la realidad significara
jugar con ella a la gallina ciega.
Tomado
de www.biografiasyvidas.com
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